martes, 30 de septiembre de 2014

El Mumblecore en los tiempos de las historias apresuradas.

Con la fuerte incidencia que tiene el cine independiente en la industria fílmica, hoy día, es habitual que nosotros, como audiencia, nos topemos con historias muy simples que se convierten en verdaderas joyas narrativas en contraposición con los enormes blockbusters que se caracterizan (sin ser una regla) por tener historias simples y muy planas.

De esa forma, una nuevo subgénero cinematográfico que ha logrado propagarse de una manera latente en el cine independiente: el Mumblecore. Las películas que distinguen a éste género se caracterizan por tener un bajo presupuesto y -en la mayoría del tiempo- actores pocos conocidos. Se podría decir que es un subgénero que se reconoce por el enfoque naturalista de la narrativa, donde las historias son lo más objetivas y reales posibles. Centrándose en los personajes y el contexto que los rodea, y presentando situaciones de la vida real (un poco a la Cinéma Verité).

Películas como Frances Ha, Drinking Buddies, Happy Christmas y la -recientemente estrenada- alemana Oh, Boy! Todas comparten características similares: sus historias se desenvuelven de forma sencilla (y un tanto ambigüa a la vez) dentro de un contexto muy similar a la realidad que vivimos actualmente.




Tanto Frances Ha como Oh, Boy! se distinguen por retratar la vida de dos jóvenes de ambos sexos (la primera de una chica llamada Frances y la segunda de un chico llamado Niko) con problemas que cualquier otro individuo de veintitantos años podría identificarse: inseguridad, falta de pertenencia e indecisión. Ambas retratadas con un poético filtro en blanco y negro y un enorme peso en el diálogo y el impacto que las palabras tienen sobre y con los personajes principales.

Ambas películas nos llevan de la mano de Niko y Frances en un momento específico de su vida. Nos muestran la realidad a la que estos jóvenes se tienen que enfrentar mientras construyen sus propias técnicas para evadirla. Ambos personajes se encuentran en una constante decidia por confrontar su realidad y huir de ella.

Tanto Niko como Frances evitan -a toda costa- ser partícipes de su propia historia mientras que la narrativa los arrastra -y empuja- a hacer lo contrario. Son personajes en contraposición de la característica inherente que determina sus historias: la propia realidad.



Lo interesante del Mumblecore es la facilidad con la que la narrativa va llevando de la mano al espectador a través de la vida de sus personajes. Fácilmente podemos entender los problemas con los que sus protagonistas se enfrentan e, incluso, sentirnos identificados con su eterna indecisión. Después todo, ¿a quién le gusta lidiar con los problemas de su vida?

Con esto no pretendo asegurar que un filtro en blanco y negro y buenos diálogos son suficientes para hacer una buena película, al contrario, me parece refrescante que un subgénero como este acuda a técnicas tan básicas en el cine para crear verdaderas obras de arte. Algo que distingue perfectamente al cine independiente.

Con ello en mente, los invito a darse un chapuzón en el cine Mumblecore. Para ello deben estar dispuestos a conocer narrativas otras a las que un Hollywood lleno de historias apresuradas y sin fijación por los detalles nos tiene muy acostumbrados.


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